Estaba un abuelete sentado en un banco del bulevar de La Fortuna, cuando un muchacho se sienta a su lado, el peinado del muchacho era una cresta teñida de azul, rojo, amarillo y verde.
El abuelo se queda mirándolo un rato, atónito, hasta que el chaval le dice:
- ¿Qué pasa gilipollas? ¿Qué miras con esa cara? ¿Es qué nunca has hecho una locura en tu vida?
A lo que el abuelete, sin exaltarse, le contesta:
- Sí, una vez me emborraché y me follé a un loro... Y justamente me estaba preguntando... ¿No serás mi hijo?